viernes, 16 de marzo de 2012

“Avatar” y el Género.

El título de cine de ciencia ficción ha venido derivando en una multitud de cintas y producciones cinematográficas como un adjetivo sin fundamentos y etiquetando sin ton y son, aquellas imágenes e historias que nos muestran aunque sea unos rasgos de tecnología, fantasía o pronóstico futurista.

Avatar” (James Cameron, 2009) es una de esas epopeyas fantásticas que tanto han gustado a los espectadores de las últimas 2 décadas, tal vez por la falta de verdaderas epopeyas en el devenir histórico para las más recientes generaciones. Ante esta falta de héroes y de grandes movimientos revolucionarios, Cameron opta por plantearnos una cinta que reflexiona sobre la importancia del vínculo de los seres vivientes con la naturaleza y la misma deshumanización y alienación del ser humano.

Jake Sully, interpretado por Sam Worthington, es un marine parapléjico que se ofrece para que su conciencia pueda “poseer” a una especie de cuerpo-clon-artificial-receptáculo, de una raza extraterrestre llamada na´vi, con el objetivo de convencer a esta raza de abandonar su hogar en un hermoso ecosistema, para que los humanos puedan hacerse de un material energético codiciado. Sin embargo Sully se enamora de una joven guerrera y de su cultura, lo que lo lleva al conflicto de defenderlos o entregarlos a merced de su propia raza.

Hago pausa a esta reseña pues no puede dejarse de lado la inmediata identificación de los momentos de colonización humana, desde las cruzadas, la conquista de América, el dominio sobre la India. Por lo regular, lo que nos dicta la historia, los encuentros entre razas y pueblos no lleva a la paz. Y en el cine con el tópico de extraterrestres, la invasión ha sido siempre predilecta sobre los alienigenas bonachones. Cameron siempre pretencioso, busca dentro del género de la fantasía aportar un granito de crítica, e identificarnos con lo que no es humano para que veamos nuestra falta de humanidad.

En el cine de ciencia ficción ya tenemos un referente inmediato con “El planeta de los simios” (Franklin J. Shaffner, 1968) dónde se supone en base al principio de la evolución, que los animales cazados se conviertan en los cazadores, otorgándoles ese toque despiadado y egoísta que en su novela Pierre Boulle buscaba al describir el changoide futuro humano. De igual manera Cameron se apropia de la idea de un ser humano egocentrista, pero ahora como un ser “divino” capaz de tener presencia en una nueva tierra, finalmente el término avatar deriva del hinduismo como la encarnación terrenal de un dios, y que generalmente y pictóricamente han sido representados de color azul… ¿coincidencia? No lo creo.

Desde todos estos fundamentos estudiosos, Cameron desarrolla una historia de ciencia ficción propiamente dicha, tal vez no tengan fundamento científico el porqué sus seres brillan con una fosforescencia -envidia de los peces abismales- o porque los árboles crecen con una magnificencia que quisiera cualquier agricultor, pero es en el tópico del conflicto y choque de dos mundos, así como en el desarrollo de su mito fantástico, dónde se hace evidencia el ya recurrente y valorado terreno de la ficción fantástica, en este caso en lo científicamente histórico, ético y social.

El arquetipo de héroe sin embargo, entra en una complicación que poco se reluce en la trama y es la traición a su propia raza, lo cual Hans Chritian Andersen le reprocharía a Disney por la adaptación de su cuento “La Sirenita” (Ron Clements y John Musker, 1989). Cameron pasa de página y evita conflictos dramáticos mayores para proseguir finalmente con el género que por contexto caracteriza a esta épica y que es el bélico. Es realmente intrigante como un director que pretende dar consejos de moralidad, en sus películas las escenas de violencia son siempre representadas con la magnificencia de un himno a la guerra, véase sus obras “Terminator” (1985), “Mentiras Verdaderas” (1994) y “Aliens” (1986) de dónde se autohomenajea empleando un prototipo de robot semejantes a los de ésta cinta y contratando incluso a su querida teniente Ripley (Sigourney Weaver) dentro de su reparto. Tal vez se argumente que la belicosidad de su cine se emplea para autocriticarse, pero ya ha sido un sello de sus producciones y parece más una obsesión que un recurso narrativo.

Como buena cinta familiar, el destino de los protagonistas tiene un destino fortuito, la madre naturaleza es más fuerte que las máquinas, pero la complejidad fantástica de la cinta y la idolatría a las escenas de guerra, dejan a la trama en un tono ligeramente abandonado ante lo que realmente implica la ciencia ficción dura. El suponer marcadamente el rechazo a la cultura humana y la revaloración de los alienígenas en el mismo cine es su aportación: ¿Habrán seres extraterrestres capaces de rechazar a su raza para ayudarnos a los humanos con nuestro carácter y comportamiento? Y de ser así… ¿los humano tendrán la humildad de aceptarlo como un “hermano”? Estas interrogantes que deja la cinta para los amantes del género son las que hacen de Avatar un elemento rescatable entre la hiperrealista plasticidad de Pandora. Y aclaro a rumores a los que refutaría el comentario de que “Avatar” es Pocahontas en el Espacio, siendo que ni en la realidad ni en la ficción, Sir John Smith se unió a los algonkinos para pelear contra la colonización inglesa y Pocahontas no pudo salvar a su pueblo de la extinción. La ficción resulta más benigna que la realidad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario